sábado, 11 de febrero de 2012

EDGARDO MORTARA Y LA FAMILIA CRISTIANA

En un tiempo en que la Iglesia Católica apela constantemente a la institución familiar para atacar y negar derechos como el matrimonio gay, el aborto, el divorcio, etc., no está de más recordar el famoso caso del secuestro de Edgardo Mortara, de mediados del siglo XIX, y de esta forma quitarle la careta y sacarle los colores a la Iglesia dejando bien a las claras el respeto real y la consideración que la familia despierta en ella.

Edgardo Mortara era hijo de padres judíos, y tenía 6 años cuando el 23 de junio de 1858, la policía de los Estados Pontificios llamó a la puerta de su casa en Bolonia con la intención de llevárselo. Sus padres, pese a estar 12 años peleando por recuperar a su hijo, nada pudieron hacer frente a la obstinación del papa Pío IX (este secuestrador de niños fue beatificado en el año 2000 por ese otro dechado de virtudes que fue Juan Pablo II). Los jesuítas acusaron a la familia Mortara de dejarse llevar en su empeño por recuperar a su hijo por un odio anticatólico y no por verdaderos sentimientos paternales.

Al parecer, unos años antes, cuando Edgardo contaba alrededor del año de edad, una criada analfabeta y supersticiosa de nombre Anna Morisi, ante el temor que sentía por la posibilidad del fallecimiento del niño debido a una enfermedad que padecía, decidió por su cuenta y riesgo bautizar al pequeño rociando sobre su cabeza unas gotas de agua, para de esta forma, en caso de muerte, evitar la condena eterna de su alma infantil debida a las prácticas judías de sus padres.

Esta sirvienta contó la historia años después, cuando ya no trabajaba en la casa, y llegando a oídos de las autoridades de los Estados Pontificios, decidieron el secuestro del niño para internarlo en una de las casas Catecumenales, donde sería "educado" como cristiano, lejos de la perniciosa influencia de sus padres judíos; al fin y al cabo, descendientes de aquéllos que mataron a Cristo.

De nada sirvieron las tibias presiones diplomáticas ejercidas por algunos países europeos, y no fue hasta la adolescencia de Edgardo cuando tuvo de nuevo ocasión de reunirse con su familia. Pero el lavado de cerebro del chiquillo ya había surtido efecto, y al parecer las ideas judías de sus padres fueron tan incompatibles con su "educación" católica que al mes decidió marcharse, esta vez por voluntad propia, del hogar familiar. Así, arrancado de su familia, "reprogramado" su cerebro en la casa Catecumenal, desprovisto, en definitiva, de referentes propios, aquejado de lo que hoy en día llamaríamos "Síndrome de Estocolomo", el joven Edgardo decidió cambiarse el nombre pasándose a llamar Pío Edgardo, e ingresó en el seminario y fue ordenado sacerdote.

Posteriormente solo tuvo un breve contacto con su madre y hermanos (su padre falleció en 1871), a los que intentó convertir al catolicismo, no consiguiéndolo.

Edgardo Mortara falleció en Bélgica en 1940.